Por: David Monreal
En el caso de México, que vive una época de transformación, la sociedad dio un paso más hacia la democracia.
La democracia, fruto de la filosofía política griega, es hoy por hoy el paradigma de la organización social y del Estado moderno. Pensadores como Platón consideraban que en los asuntos públicos debía escucharse a cada uno de los individuos que conforman la sociedad, y Aristóteles pensaba al hombre como un animal político por naturaleza.
Por su raíz etimológica, democracia significa gobierno o poder del pueblo. En la Atenas clásica, gracias a su número reducido de integrantes, los polites (ciudadanos), participaban de forma continua y constante en asuntos de la polis (ciudad), y los cargos civiles eran rotativos para asegurar que el poder fuera ejercido sin profesionalizar la función pública, evitando la conformación de una clase política.
En el caso de México, que vive una época de transformación, la sociedad dio un paso más hacia la democracia participativa, no sólo porque Andrés Manuel López Obrador tomó posesión como el Presidente con más votos en nuestra historia, sino por lo que significa que el movimiento que impulsó su candidatura fuera un proyecto alternativo plural que conglomeró a todos los sectores sociales.
En el viejo régimen, las acciones de gobierno desmantelaron instituciones que costaron años de lucha al pueblo de México, se diseñaban, o por unos cuántos tecnócratas que se sentían dueños de la verdad, o desde el extranjero, dejando a la sociedad al margen de la toma de decisiones. Sólo en el periodo electoral se recurría a la población con falsas promesas, amenazas y condicionamientos para intentar legitimar su mal gobierno.
Ahora las cosas han cambiado, y es la ciudadanía quien decide el camino que debe tomar la vida pública del país. Para garantizar que así sea, se reformó la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en la fracción IX del artículo 35, quedando estipulado como un derecho de la ciudadanía “participar en procesos de revocación de mandato”, someter al Presidente a un proceso para decidir si concluye su mandato o no; en el pasado padecimos pésimas administraciones que carecían de respaldo popular.
Es por eso que nuestro Presidente ha sido enfático en cuanto que es el pueblo quien pone y quita. Hoy la “clase política” está sometida a un verdadero escrutinio social, que deriva en una ciudadanía con más herramientas en asuntos públicos.
Este es el momento de seguir trabajando en el fortalecimiento de los mecanismos de la democracia participativa que ya se encuentran en la Constitución, como la revocación de mandato, iniciativa ciudadana y consulta popular. Esta última, referente al juicio contra expresidentes, permitiría legitimar la acción judicial contra quienes hicieron uso del poder de manera incorrecta e ilegal, abriendo una ventana a la rendición de cuentas desde lo más alto, algo que sería inimaginable. Será tarea de la Suprema Corte calificar la propuesta de consulta popular al respecto, y confiamos en que su decisión será la correcta para el futuro de nuestra democracia.